El paciente acude a mi despacho y me expone los hechos ocurridos. Se le solicita que aporte la totalidad de la documentación médica y clínica de la que disponga. Si no cuenta con ella, siempre se puede solicitar al centro médico su historia clínica, donde se debe recoger todo el tratamiento médico recibido.
A partir del análisis de los hechos y de la historia clínica, se solicita un primer informe médico legal de valoración de lo acontecido. La función de dicho informe preliminar es determinar si, desde el punto de vista médico, el servicio médico recibido por el cliente, pudiera ser considerado improcedente, inadecuado o erróneo. En definitiva, si existen indicios de negligencia médica por impericia, imprudencia, falta de información o cualquiera del resto de situaciones descritas.
El tercer paso consiste en la elaboración de un informe médico-legal completo mediante el cual se recogen los antecedentes de hecho; el tratamiento médico recibido; descripción del proceder médico inadecuado o erróneo; las consecuencias dañosas para el paciente; la valoración medico-legal de la actuación y omisión en la que ha incurrido el profesional médico y por último, la valoración económica que se da a los daños sufridos por el paciente como consecuencia de la negligencia médica.
Es decir, dicho informe indica si existe negligencia médica y lo más importante, si puede ser demostrada o evidenciada científicamente. Sólo de esa manera es posible saber si resulta procedente presentar la oportuna reclamación.
Para ello, es fundamental tener en cuenta lo siguiente:
Si se invoca el haber sufrido un daño derivado de un tratamiento médico, deben poder probarse los hechos de la reclamación; demostrar la responsabilidad del médico en la producción de lo sufrido y lo definitivo: la causación de una lesión o un daño corporal directamente vinculado con aquella acción u omisión del médico.
Las negligencias médicas se reconocen y se indemnizan siempre que se demuestre que los médicos o el personal sanitario han incumplido con su deber y/o han actuado con impericia o imprudencia. Cuando se presenta una reclamación médica es absolutamente necesario contar con pruebas claras, directas, objetivas y concluyentes de lo que se afirma. Sólo con ellas, se logra demostrar la relación causa-efecto entre el actuar del médico y el daño físico, psíquico y/o moral que ha sufrido el paciente.